martes, agosto 16, 2005

CARCARASCA PIE LOVE


He dado dos mascadas al primer pastel. El más exquisito. Saladas frutas ácidas que obligan sonrisas, que invitan carcajadas de ahogado. Miro sin ver, lavo un sartén con furia.

Estamos sudando. Tomo con fuerza tu mano, te robo un beso. Jugamos sobre la cama, en el pastizal con flores amarillas y mariposas enrabiadas y turnias.

Cocinamos por la tarde. Amasamos dos tazas farináceas con manteca y sal. Encendí el horno. Del relleno ni hablar. Zapallos frescos, setas de la estación, frutillas silvestres, toda una exótica cena de mediatarde, como a ti te gusta. Cada uno inventó su propio manjar. Yo solo intuía. Tú también.

Ahora sí. Escucho el sonido virgen de tu silencio. Pongo atención.
Enceguecido incorporo mi cuerpo entero para atender tu fantasía. Sonrío. Escucho impío el aroma de tus colores. Encendiste la fogata, la luz entró en mis venas. No hay más preguntas.

Sí. Veo la humareda púrpura que liberan tus palabras en la inmensidad de la escafandra. Estoy sentado frente al televisor. El destello insola tu rostro, mi cara y el semblante del tercero que es niña, mujer y anciana. Se asusta, se esconde tras su sombra. Le apago.

Empino un vaso frío con aguas anaranjadas, doy respiros entrecortados y empaño las paredes del cristal tallado. Visto harapos húmedos, cosechados sin marca, como los tuyos.

Siento el peso de mis anteojos, me fracturan la naríz. Sangro. Exploto. Te pinto de una galaxia enrojecida. Te amo más que a nadie, te abrazo, me limpio.

El segundo bocado nos secó las piernas. Yo las ví. Estaban lánguidas y arrugadas, como uvas sin cosechar, dulces en su racimo. El tercer bocado me estranguló la boca delineada bajo el bigote. Un mostacho de alargadas puntas grisáceas y antiguas. No hablé más, escupía pequeños coágulos de tiza. Me entumecí. Nos abrazamos. Te besé la frente.

Un trozo más. Pedí, lloré, imploré. Recé profusamente para degustar otra delicada fragancia amarga. Nuevamente cerré los ojos para escuchar los violines melancólicos de un tren con gas y sin ruedas, sin enfermedades. Me viste desde lejos. Tomaste nota de mí.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pero ¿por qué escribir si no deseo hacerlo?. ¿Porqué correr en versos si camino en prosa?. Más allá. ¿Porqué alegrarme con la tristeza si me entristece tanto ser felíz?. Y por último, ¿Porqué esta noche si me has invitado a una cena de mediodía?. Escribir por ejemplo: un “por ejemplo”.

Tenemos otra receta que compartir. Me operaron el martes pasado, tengo amigdalitis y escoliosis. Sé que jamás me habían amado tanto como ahora. Yo le correspondo. Se me nota en el aura. Me queda un trozo de CARCARASCA. Están clavándome el monito.