Doña María de la Santa calentura
Era un día martes cuando mi tío Eduardo me mandó, por primera vez, a cobrarle el arriendo a la Señora María. Aquel día tomé el tranvía hasta Matucana con el talonario de recibos bajo el brazo, sonriente y pensando que si hacía bien la pega, tendría para comprarme –a lo menos- un traje a la medida.
Después de recorrer siete cuadras, encontré el 151, justo en medio de un renombrado cité de la época. Toqué tres veces y media, cuando salió una sonriente cuarentona maquillada, de bucles caoba y una copa de martini en su mano derecha.
-Buenos días, soy sobrino de don Eduardo y vengo por lo del arriendo del mes de marzo. Dije, como tratando de engrosar mi voz adolescente.
Abriendo sus ojos y entrecruzando sus piernas delicadamente, la señora María hizo un ademán con su mano izquierda para que entrara, para luego desaparecer por entre la obscuridad del pasillo y una sábana roja que separaba el living del resto de los cuartos.
Siempre dije que la doña debía llamarse Rosa ya que destilaba un impregnante olor a flores por la mañana. Ese día, su vestido era de seda purpúrea con visos beige, contrastando con su blanca piel casi transparente y los marcados lunares de su rostro y pecho.
Al entrar, observé detenidamente el parqué impregnado con la suciedad que deja el chorrear de copas en una divina juerga nocturna y olfatié el penetrante aroma que expele al día siguiente. Los sillones de madera y tapíz café claro, estaban debidamente desordenados y dejaban entrever plumas de sus almohadones y una que otra bombacha de color, perdida en la inmensidad del espacio de la habitación.
23 de Marzo de 1947, escribía en el talonario mientras la señora María sacaba de sus pechos un fajo de billetes para cancelar el arriendo, mientras dejaba sobre la mesa de arrimo un cigarrillo del que destacaba una boquilla de marfil con retazos de oro y un humo oscilante, gris e intenso que invadía –lentamente- la habitación.
Decidida, guardó cuatro billetes grandes para luego acercarse con ojos de leopardo, abrir sus piernas sigilosamente y abalanzarse sobre mi escuálido cuerpo. En menos de tres segundos, la señora se levantó las faldas, me bajó la cremallera, tomó mi pene exitado y lo introdujo en sus genitales, retozando con gemidos abismales y continuos movimientos pélvicos que despedían exquisitos y tibios jugos sobre mis pantalones.
Me parece que me cogieron hasta las tres de tarde, cuando la señora se levantó, tomó sus ropas e indicó -seriamente- la salida. Mi tío Eduardo no dijo nada, debía estar con el dinero a las 12:00 y llegué como a las 16:30 con la brancato deshecha y con una bendita sonrisa de oreja a oreja.
Recuerdo que en Abril llegué bien temprano a la oficina de mi tío ofreciendo mis servicios de cobrador, a lo que, imprevistamente, respondió con la más feróz carcajada, entregándome el talonario entre gritos entrecortados que me delataban ante sus empleados. Desde ese día la Señora María ya no me cobró por sus servicios y mi tío me nombró su cobrador oficial de Matucana, lo que me hizo, entre otras cosas, su ocasional empleado.
Pastas, carne y vino tinto me esperaban cada mes para recibir la plata del arriendo de la casa de citas de la señora María. Entonces sucedió lo inesperado y, lamentablemente, salí llamado al servicio militar, tal y como mi padre quería que sucediera.
En realidad no fue algo que me cagara la vida, pero perderme a la curvilínea cuarentona fue un fuerte impacto en mi adolescencia. Creo que me había enamorado de la cabrona...
2 Comments:
le faltó un poco de preambulo a la cabrona, osea, calentar un poco más al pendejo, pero supongo que aquel mozuleo debe haberlo pasado chancho, sobre todo en esa epoca en que un teta ya era musho.
Mi única objeción, 23 de marzo y Eduardo, datos conocidos......... Me gusta cuando escribes con datos desconocidos como Artemio y su familia o la historia del futobol.
De todas formas. Buenisimo!!!
salud
Que buena! La verdad tienes razón. Lo que pasa es que no quise extenderme en demasia. Lo de 23 de Marzo y Eduardo, te juro, es mera casualidad. Besos.
pd: Me gusta este ejercicio
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