martes, septiembre 20, 2005

PARA MARÍA ISABEL.


Viernes 16 de Septiembre. 22:30 horas. Blanquita recibía la extremaunción en una habitación de Nefrología en el J.J. Aguirre. Minutos después era conducida a pabellón en medio de una inconfundible y extraña certeza. En medio de un silencio limpio, un aullido subrepticio en el corazón.

Marcaron las 00:15 horas. El médico se acercaba a la familia para entonar un discurso balsámico que informaba a la familia que, inexorablemente, Blanquita partiría. No había remedio, su enfermedad ya no tenía tratamiento alguno. Desde la profundidad, el llanto de hijos, esposo y madre. Se abrazaron, se besaron en la frente.

Sábado 18 de Septiembre. 22:30. A sus 63 años, Blanquita exhaló por última vez, ganándole al sufrimiento. Hubo silencio y desazón, sin embargo se respiraba un dulce aroma a tranquilidad. El abandono, el dolor por la muerte de la persona amada pasó a segundo plano al comprender que debía estar mejor, aunque fuera lejos de acá, muy lejos.

Ese día, Blanquita se peinó prolijamente, empolvó su nariz, vistió su mejor traje, acomodó su cartera, y emprendió rumbo a un nuevo y mejor estado. Por fin, dejó de sentir cómo se apagaba su vida llena de risas contagiosas, tolerancia y esfuerzo constante para educar a sus hijos. Dejó de arrastrar el calvario de una enfermedad crónica que cargó por más de 8 años.

Con Mona fuimos amigos. Nada más eso necesitaba María Isabel de nosotros. Amigos que quieren entregar algo de sí en ese momento, algo de fortaleza, pedazos de compromiso e incondicionalidad. Amigos que se enorgullecían de su amiga. Amigos que no sólo comparten alegrías, sino también momentos desoladores como la partida de su Madre.

Tengo la certeza de que Blanquita se fue en paz y con la tranquilidad de tener una familia hermosa, no exenta de problemas como cualquiera, pero infinitamente llena de amor. Yo puedo dar testimonio por María Isabel, de sus ojos contentos y risa explosiva. De su inmensa responsabilidad. Del cariño entrañable con que mira a Joaquín, indudablemente, su leal compañero. De sus proyectos cumplidos y de los que vendrán. De su corazón transparente y mente abierta. De su espíritu juguetón y, benditamente, bien intencionado.

Sí, por que lo vemos en Mary. Lo hiciste bien Blanquita, lo hiciste muy bien.