martes, agosto 22, 2006

UN DESCONCIERTO



Estuve decepcionado por varios días. No podía creer que venía U2 por segunda vez a este país y no había comprado el maldito ticket. Tuve una extraña sensación de impotencia al ver cientos de personajes decididos a permanecer durante horas en una fila para conseguir un pasaje al concierto. Pero sobretodo por quienes pagaron siderales sumas por un boleto de reventa. Debo reconocer que lo pensé, pero finalmente ganó la comodidad de este espíritu holgazán que me acompaña desde que cumplí 30 años. La verdad, nunca estuve dispuesto a realizar sacrificio alguno.

A pesar de tanta desdicha, jamás pretendí quitarme la vida o alargar esa sensación de injusticia al ver que las entradas de la banda sonora de mi corta vida pasaban por un costado sacándome la lengua. Como un ser humano resignado y de prominente barriga, acepté. No fue nada del otro mundo. Respiré. Comí. Trabajé y Dormí. Pasaron los días.

Era un anochecer de día domingo y los irlandeses entonaban las primeras estrofas del concierto que daban en Chile. Yo estaba en casa, conversando con mi bien amada cuando sentí un profundo deseo de ir al baño. Ahí fue donde ocurrió.

Sentado, pensativo e irremediablemente aliviado escuché un coro de 80 mil personas y al mismísimo Bono Vox cantando Beautiful Day. Entonces pensé en los beneficios de vivir cerca del Estadio Nacional. Me reí de la situación. Canté. Me vi en una película cómica, cagando con U2 de fondo y tocando en vivo. Me sentí un burgués afortunado. Eran las 21:00 horas. Disfruté 3 canciones más y un riff de The Edge.

martes, agosto 08, 2006

EL CICLO DE LA VIDA



Era un domingo por la noche. Ambos entramos al mismo hospital, a la misma hora, el mismo día. Yo no le vi. No le veía desde hace 4 años. Cada uno vivía un particular estado de alerta, cada uno con diferentes emociones.

Caminé de un lado para el otro y fumé un cigarro afuera entre trámites de hospitalización, al igual que ella. Ella besó a su padre en la frente, yo besé a mi esposa en la boca. Volvimos a casa con el pecho apretado.

Amaneció. Cada uno llegó a la hora señalada por el protocolo. Yo esperaba en una sala repleta de familiares en urgencia de la Maternidad. Ella se refugiaba en la UCI junto a su madre.

Llegó la hora esperada durante 9 meses. Entré a un pabellón disfrazado de médico. Le tomé la mano a mi esposa mientras pujaba, como intentando dar fuerzas sobrenaturales en ese extraño dolor anestesiado. Nacía mi hija. Mi primera hija. Estaba en las nubes. Fui inmensamente feliz. No cabía en mi tanta emoción. Lloré.

El médico meneaba la cabeza, ella hablaba entre suspiros fulminantes. Su padre había partido, no soportó el deterioro que le provocó un intenso derrame cerebral. Estaba en la nubes. Sintió una abismal soledad. No cabía tanta tristeza en ella. Lloró.

Días después me avisaron del fallecimiento de su padre. Asistí al velorio y la liturgia. Me excusé del funeral entre una multitud de sollozos y anteojos obscuros. Entregué la nueva energía que tenía, le conté que había sido padre. Ella lo agradeció y señaló que ya lo sabía. Dijo que ese día me vio y no pudo hablarme. Yo no le vi.

martes, agosto 01, 2006

ROSARIO AMANDA



Nacida de un profundo amor eterno,
Llegas en una guirnalda de rosas,
Rosario Amanda
Tierra humedecida por la lluvia,
bálsamo para dos espíritus azulados.

Somos un sólo corazón que late por tu regalo, Tú...
Un dulce suspiro de amor sonriente
Un respiro de aquel nuevo sentimiento extraño que nos envuelve presurosos.

Somos tres que dan sus primeros pasos,
Tres que son uno en medio de un bosque bienaventurado.
Miel bañada en luz de luna.

Llegas espontánea brisa marina
a este regazo rebosante de alegría,
como un amanecer en medio de otro.

Refulgente sol que ilumina nuestro camino
Te entregamos nuestros ojos, nuestra alma,
nuestra vida entera.