Una bicicleta por favor...
Ciertamente no era un domingo como cualquiera. Se trataba de un domingo por la mañana, de esos que hace bastante tiempo no tenía oportunidad de presenciar. El día estaba como hecho a la medida. Una tremenda montaña nevada, un cielo explotando en un azul intenso y cientos de amantes de la vida sana revoloteando en una gran cicletada familiar.
Impresionante. Era el mismísimo día del señor junto a los Furiosos Ciclistas, el Movimiento Arriba e’ la Chancha y un sinnúmero de cabros chicos montados sobre sus bicicletas, mostrando orgullosos los números en sus espaldas y gritando consignas como: ¡Morir pedaleando, en auto ni cagando! Y cosas de esa índole. Muy participativo y militante, lo más destacable de la jornada junto a un SEREMI de salud, Mauricio Ilabaca, haciendo de incógnito dentro de la multitud.
Sinceramente, lo que me llama la atención de la cicletada y de la opción ecologista de los bicicletudos, es lo simple que se me habría hecho la vida siguiendo sus preceptos, considerando que -como automovilista que soy- he tenido una persistente mala raja con mi camioneta roja.
Muchos me han dicho que está maldita. Que tiene un espíritu chocarrero dándole al tarro para hacerme de algún mal que termine –al fin- por quitarme la vida. Sin embargo, dentro de la mala raja, tengo buena raja, y esto porque –lisa y llanamente- el pulento me tiene buena. Ya lo creo, sino hace rato que tendría la lápida escrita y a mis seres queridos encalillados en quizás cual cementerio de chépica silvestre.
La Colomba es complicada, para que estamos con cosas, sin embargo igual le tengo cariño. Tanto es así, que puedo graficar sus primeras panas como en el libro de una recién nacida. La primera: “quebradura de luz de frenos”; Segunda: “topón en la puerta trasera”; Tercera: “palanca de cambios”, pana no menor; Cuarta: Un pequeño toponcito que costó un foco trasero y una linda arruguita en la lata. Quinta: Cagó la radio. Sexta: Otro pequeño toponcito, que costó un frontal, dos focos, capó, radiador, parabrisas y parachoques. Nada grave, nadie resultó herido, gracias al pulento, por supuesto. Sin embargo, al tiempo, se cayó una moldura, se quebró nuevamente el parabrisas, murió el sensor de velocidad y -por culpa de la radio nueva que le compré- cagó un foco, el encendedor y el panel con la hora y temperatura. Esa onda.
Eso no es nada. Iba embalado por la ex carretera panamericana y un estruendoso ruido del motor me obligó a detenerme frente a una populosa población, en donde –según cuentan las malas lenguas- habían matado a Rambo y violado a la Mujer Maravilla. A pesar de eso, no tuve miedo, por que quienes andamos esquivando el TAG, estamos acostumbrados a la barriada y a los beneficios que acarrea el reggetón. Me fueron a buscar, me remolcaron. La pana: Se me cayó el motor. ¿Cómo? Sólo el pulento lo sabe.
El tipo del remolque venía con un mecánico que se hizo cargo de la Colomba. El hombre dentró a picar y terminó la pega. Todo esta impeke, me dijo. Me subo y le digo: Bien, tiene buen sonido, ¿Vamos a probarla? Entre molesto y altanero negó esa posibilidad recalcando que estaba buena y que su trabajo era sacrosanto y honesto. Entonces, me subo, pongo reversa y la bendita camioneta roja ya no tenía marcha atrás. Luché una semana con el desgraciado para arreglarla para –luego- abortar misión, llevármela como estaba y percatarme que además me cagó en sensor de temperatura.
Se que puede resultar una lata este relato, pero estoy, realmente, harto. Sorry. Si no lo cuento aquí seguiré atormentando a la pobre Mona con mi desdicha. Finalmente, siguiendo el consejo sabio de quienes saben apreciar el estímulo automotriz me dicidí a venderla. Para ello, entró nuevamente al garage. La arreglaron todita, quedó como la cenicienta en fiesta, hermosa, brillante, si hasta un príncipe quería casarse con ella. ¿Que le pasó?. Le llegaron las doce, reventó dos neumáticos y se destruyó el parachoques. Mala raja, definitivamente es mala raja. Sin embargo, vuelvo a insistir, buena raja también por esa última me pudo costar un poquito más caro, considerando que iba arriba a una considerable velocidad.
Lo más probable es que me tome revancha por tanta desventura y le de pronta solución a un problema que linda en lo paranormal. Para ello pondré un aviso en los clasificados gratuitos de Zimio.com con el siguiente texto: “permuto camioneta roja por bicicleta en buen estado y un psicólogo automotríz.”
8 Comments:
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Pero Emilio acéptalo: la mala raja es de tu colomba y de nadie más. Aunque si quieres te puedes unir, al igual que Gonzalo Leiva y Yo, al movimiento de los Flojos Peatones, compuesto por extravagantes treiteañeros que aún, si aún, no saben manejar. Qué tal? No hacemos marchas ni protestas, sólo confiamos en nuestros pilotos gratuitos y pagados en llegar a salvo a destino.
Trate de hilar las ideas en párrafos de no más de 5 líneas estimado don emilio. Ahora, sobre la camioneta, ya me quedó claro que cualquier aviso de "vendo camioneta roja" lo pasaré por alto... de puro precavido.
Lo del tractor amarillo, después de todo, parece no ser tan mala idea.
Yo voy a ser más breve que el resto. Quiero saber qué es "raja".
Después te comento...:)
Sofia de sandre real... Se trata de chilenismos, aquí raja vendría siendo como suerte. Mala y buena suerte. También hablo de pulento como sinónimo de Dios. Salu2
5 párrafos, lo anotaré tal y como el privado consejo del NP.
Si te contara historias de autos, suerte y dios...UF!!!
trata el taxi como bien aconseja Tapia.
Ahora entiendo...
Mirá si yo tuviera 4 ruedas, un freno y un motor no me quejaría...
La vida del peatón es peor... recordala (si la tuviste) y vas a ver que siempre es mejor algo más o menos que NADA...
¡qué comentario más trucho!!!! que mal que estoy!
Un beso!
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